“La cultura se forma con base en lo que permites”. Fue un consejo que pude escuchar en una conversación entre Chris Hughes y Brian Huston. Dos grandes líderes, dos seguidores de Cristo. Me gusta pensar que el apóstol Pedro está formando cultura de la comunidad que lidera en estos versículos (1 Pedro 5:1-4), la está formando de acuerdo con lo que aprendió de su pastor.
Inicia el capítulo rogando, esta palabra en su original es parakaleo; otra traducción dice “exhortando”, su definición es traer cerca para motivar, aconsejar, reprender o dar las palabras necesarias. La imagen más parecida que viene a mi cabeza es la de un entrenador de algún equipo de alto rendimiento disputándose una victoria necesaria, por ejemplo, un entrenador de basquetbol en las finales de la NBA cuyo liderazgo se ve reflejado en momentos importantes llamando a su jugador clave a la orilla, acercándolo y exhortándolo para que realice una jugada previamente ensayada. No siempre se escuchan palabras agradables: la motivación puede venir empaquetada en un regaño o llamada de atención, haciendo énfasis en el comportamiento correcto, pidiéndole su enfoque, un ruego necesario.
¿Cuántas veces exhortó Jesús a Pedro? Lo toma de la mano al momento de hundirse después de haber dado unos pasos sobre el agua y le dice: “¿Por qué dudaste?” También en un momento donde Pedro creyó ser el consejero de Jesús, diciéndole que debería tener compasión de Él mismo, que no era necesario morir; y, en ese momento, Jesús le tuvo que interrumpir con indignación. El príncipe de los pastores mostró con su ejemplo lo que hace a un pastor: dar su vida.
Juan 10:11-18 (RV1960)
Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas.
Más adelante regresaremos a Juan 10:11. Por ahora quiero hacer énfasis en el acercamiento que tiene la exhortación y por qué creo que Pedro inicia con esta palabra para mostrar un poco más el ADN de su Señor. Los dos casos que mencioné en el capítulo pasado no fueron los únicos momentos en donde Pedro “no le atina”. De hecho, uno de sus mayores errores fue negarlo; no una vez, sino ¡tres veces!
Mateo 26:75 (RV1960)
Entonces Pedro se acordó de las palabras de Jesús, que le había dicho: Antes que cante el gallo, me negarás tres veces. Y saliendo, lloró amargamente.
Uno de los mejores jugadores había fallado en la cancha, pero su entrenador no estaba más con ellos… Bueno, por algunos días. Jesús junta a su equipo nuevamente, aprovecha a asustarlos un poco atravesando paredes, llama a uno a la línea, quién todavía dudaba de Su resurrección y lo exhorta. El siguiente en la lista fue quien lo negó. Lo primero que hace el buen pastor es compartir pan y pescado con su discípulo. Luego aborda el “elefante en la habitación” (expresión metafórica que hace referencia a una verdad evidente que es ignorada), haciéndole la misma pregunta tres veces. Quiero pensar que era una forma muy poética de sanar las tres faltas que había cometido al negarlo. Porque eso hace un pastor: velar por la salud de sus ovejas.
Por: Juan Diego Luna