Ciudad de Guatemala, 6 de abril de 2017.
11:37 p.m. 6 libras, 50 centímetros. El mismo hospital que me vio nacer a mí y a mis hermanos. Al salir el doctor nos dijo que la operación había sido un éxito, que mi hermana estaba en recuperación y había dado a luz a una hermosa bebé de nombre Lía. En ese momento sentí lagrimas de alegría y agradecimiento en la garganta. Estaba por conocerte.
Cuando te vi por primera vez en una pequeña caja transparente con agujeros pensé: tienes todo el mundo para ti. Tienes la oportunidad de hacer todo bien. De no cometer los errores que yo he cometido. Eres nueva y todo es nuevo para ti. Todo el dolor de tu madre al dar a luz ya quedó atrás, pero fue necesario para que pudieras salir y comenzar tu vida de cero.
Luego me puse a pensar un poco más: conmigo es igual. Dios dice en Su palabra que me ha dado una nueva vida y que he vuelto a nacer. Desde el momento en que decidí seguirlo, yo soy alguien nuevo y puedo comenzar de cero, sin importar mis errores del pasado o lo que haya hecho. Yo también tengo miles de nuevas oportunidades. No importando si vuelvo a caer o a equivocarme, cada mañana es una nueva oportunidad y una nueva misericordia.
Así como tu mamá sufrió un doloroso parto para tenerte, Jesús sufrió en la cruz para darnos vida nueva, para que podamos dejar los errores atrás y cada día comenzar de cero. Y recuerda siempre: cuando pases por un momento difícil y de dolor, no olvides que los momentos más hermosos en la vida son también muy dolorosos, pero pueden dar a luz a una nueva vida y una nueva oportunidad.
Por: Rodrigo Villagrán