Vuelo de las 6:45 a.m., asiento C, fila 12.
Vi las mascarillas de color amarillo caer frente a mí. Hechas para proveer oxígeno cuando falte en la cabina del avión. Gracias a Dios aún estamos en tierra y todo ha sido un error. Nadie está en peligro, más que un par de ejecutivos presentes en el vuelo que llegarán tarde a sus reuniones corporativas. Luego me pongo a pensar: ¿qué hacer si pasa de verdad? En el aire, a cientos de kilómetros por hora y a miles de pies de altura. Lejos de todo el mundo. Es aterrorizante.
En el video de instrucciones y reglamentos de vuelo, que transmiten antes de despegar en todas las aerolíneas, hay una indicación muy interesante. Si las mascarillas caen por falta de oxígeno en el avión, antes de ayudar y asistir a otras personas, uno debe ponerse su mascarilla primero. Sin importar que al lado se encuentre un niño o alguien que necesita asistencia. Puede sonar egoísta, pero en realidad no lo es.
Y sin necesidad de que las aerolíneas expliquen mucho el porqué, al pensarlo tiene sentido. Investigando un poco descubrí que si ayudas a otra persona con su mascarilla antes de colocarte la tuya, la falta de oxigeno comenzaría a afectar tu cerebro muy rápidamente, al punto de ya no poder reconocer formas y colores. Y poco tiempo después de haber salvado las vidas de todos, ya no podrías salvarte tú mismo.
Y cuando se refiere a nuestros problemas cada día es la misma regla. Muchas veces queremos salvarle la vida a alguien más, sin antes ponernos la mascarilla nosotros mismos. Queremos ayudar a caminar a alguien en su vida, cuando estamos cojeando del mismo pie. Y nos enfocamos en los problemas de otros, cuando tenemos los nuestros hasta el cuello. Por esto necesitamos cada mañana entregarle a Dios nuestros problemas, pidiéndole sabiduría para tomar buenas decisiones y confiando en que Él tiene el control sobre todo. Y así podremos tener paz y confianza (y oxígeno) cada día para ayudar a las personas que amamos a superar sus conflictos y disfrutar este viaje que es la vida.
Por: Rodrigo Villagrán