Cuando me está yendo mal en la vida, rápidamente vienen a mi mente pensamientos negativos. A veces llego a pensar si algo que pude haber hecho provocó que Dios me ame menos o que esté molesto conmigo. Es un error pensar que nuestra relación con Dios está ligada a nuestra conducta. El peligro de esto es que cuando todo marche bien nos vamos a sentir muy cerca de Él, pero cuando todo marche mal nos vamos a sentir lejos de su presencia.
En Juan 11:3 encontramos esta afirmación: “Las hermanas entonces mandaron a decir a Jesús Señor, mira, el que tú amas está enfermo”. Este versículo me ha cambiado totalmente la perspectiva del amor de Dios. Su amor no depende de ninguna circunstancia. Nos ama porque así ha decidido hacerlo. Es un amor profundo, firme e invariable.
Lo interesante de esto es que Jesús, el amigo íntimo de Lázaro, era quien hacía milagros y no había hecho uno a favor de su amigo para evitar su muerte. Jesús tenía toda la potestad de cambiar la situación que estaba atravesando Lázaro, pero no hizo nada. Esto pudo haber generado alguna duda en el corazón de Marta y María con respecto al amor de Jesús por Lázaro, sin embargo ellas siguieron confiando en su maestro. Incluso expresaron con una seguridad abrumadora, que la persona que estaba enferma, casi muriendo, es la persona que Jesús ama.
Podemos aplicar en nuestra vida esa confianza y seguridad que tenían las hermanas de Lázaro. Porque no siempre vamos a estar pasando por situaciones favorables. Es muy probable que experimentemos adversidad y aflicción, pero eso no determina el amor de Dios por nosotros. No hay nada que podamos hacer que provoque que Dios nos ame menos.
Tú eres la persona que Dios ama, Él quiere que experimentes su amor a pesar de cualquier circunstancia que estés atravesando. Esta verdad te sostendrá hasta el momento que llegues a ver su mano moverse a tu favor.
Por: Diego Herrera